Aparentemente, las cosas siguen más o menos igual.
Aparentemente.
Tras años de altibajos, de los cuales me quedo más con los "altis" que con los "bajos" (si eso, con alguna que otra noche en Los Bajos...), vuelvo a re-recuperar aquellos sentimientos que se me pasaban por la cabeza, a mí, insensato doceañero.
Aquellas mañanas de playa, sol y patatas fritas con mi prima, a la que sigo adorando y con la que, no sé por qué, últimamente no paso estas tardes tan maravillosas. Aquellas noches de ver películas, de mosquitos en el balcón, de trabajos de verano (¿hola?)... para hacer entradas de viajes en los blogs. Aquellas excursiones a playas recónditas, a Mercadonas fresquitos, a aparcamientos infumables y a piscinas, ora la suya, ora la mía.
De aquellos tiempos en los que Granada era un sueño... y ahora Granada es una realidad. Y quizá, para algunas cosas un problema.
Pero, en el fondo, sigue siendo un sueño.
Saludos de nuevo. Mi casa. Vuestra casa. Nuestra casa.